Una de las razones por las cuales este blog está tan descuidado (entre una larga lista que va desde simples excusas hasta preocupaciones muy de fondo) es el tiempo. O mejor, la ausencia de él. Es sorprendente cómo es de recurrente este aspecto entre las personas que me rodean. De hecho, no pasa un día sin que escuche al menos a una persona mencionar cuán poco tiempo tenemos y para cuán pocas cosas alcanza. Lo que siempre me devuelve al ritmo de vida de la isla de Providencia cuando estuve allí hace ya casi 10 años, época en al que nos sorprendía salir por la mañana y volver en la tarde y ver en el camino al mismo señor sentado en la puerta de su casa, simplemente observando.
Pasando de un “cómo puede?” a un “qué envidia”, lo cierto es que el tiempo es el recurso más escaso de mis días. Vivo con la sensación de que ninguna cantidad de tiempo será suficiente para hacer todo lo que tengo que hacer (lo cual puede ser cierto de manera objetiva), y al mismo tiempo con una sensación permanente de culpa cuando no estoy haciendo ‘nada’ (si tal cosa es posible). Culpa porque, digo yo, “cómo puede ser que no esté usando el tiempo de la mejor manera posible”?
Esto ha tenido una incidencia directa en mi ritmo de escritura. De todas las cosas que vienen a mi cabeza cada día sobre las que tendría sentido (para mi) escribir algo (como medio para aclarar mis pensamientos), a veces alguna me entusiasma y me lleva a sentarme y empezar a escribir. Pero, como no he definido un límite para la escritura, el entusiasmo me lleva a pasar un largo rato escribiendo cosas y, por el camino, tratando de que queden lo mejor escritas posible (recordando que mejor es una categoría subjetiva en este caso). Un par de horas después (o menos), la culpa ataca. Con tanto por hacer, cómo puede ser que pase tanto tiempo escribiendo algo para mi blog? En ese momento, el archivo es guardado (y frecuentemente olvidado), la publicación no se realiza (porque el producto no estaba ‘terminado’) y yo vuelvo con culpa por el tiempo ‘gastado’ y por los pendientes existentes a mis labores habituales. En otras palabras, todos pierden.
Cuando conocí a Stephen en 2006, una de mis preguntas para él era “cómo hace? cómo mantiene tal presencia en línea?”. Stephen me decía que su estrategia era dedicar media hora al día para escribir una entrada en su blog. Tan sólo media hora. De allí el nombre de su blog (Half an hour). Obviamente, cuando uno lee lo que Stephen escribe, cuesta trabajo imaginar que sea el producto de tan sólo media hora. Pero, luego de meses (y hasta años) escribiendo media hora, lo cierto es que el hábito que se desarrolla (supongo yo) permite escribir cada vez con más claridad. Por supuesto, ayuda un montón el background de periodismo que él tiene, que también desarrolla habilidades de escritura muy particulares.
(15 minutos)
Así que, tratando de buscar algún tipo de equilibrio que me lleve a escribir de nuevo, he decidido intentar esta estrategia de Stephen. Y destinar máximo 30 minutos al día (cuando sea posible) para escribir sobre lo que estoy percibiendo y lo que me inquieta. Tal vez eso me ayude a retomar el hábito.
Este asunto es especialmente importante porque, con el Plan TESO en marcha y con TRAL, el hábito de bloquear es uno que debo modelar de manera deliberada. De lo contrario, estoy cayendo en la misma falla que tantos otros líderes de procesos de formación: hablar acerca de las ventajas de ciertas herramientas, pero sin ser capaces de servir como ejemplo del uso de ellas.
Esta reflexión tiene otra causa adicional: Melina me invitó a contar en video, en una entrevista corta, para qué me sirve un blog. Y algo que he dicho desde siempre es que el sentido más importante de un blog es la reflexión personal, no necesariamente la auto-promoción ni la difusión a una audiencia específica. En mi experiencia, estos son fenómenos emergentes, no objetivos que uno pueda perseguir sin terminar algo frustrado (a menos que uno sea una figura pública).
Bloguear, para mi, siempre ha sido una forma de visibilizar (reificar?) mis ideas y comprensiones. El que sean públicas tiene como efecto que otros puedan leerlas y, por qué no, encontrar en ellas cosa que resuenen con su propia experiencia. Pero el beneficio primordial es para mí como autor, pues al escribir me obligo a organizar mis ideas y, poco a poco, identificar en dónde hay vacíos o zonas que posibilitan nuevos aprendizajes. Que exista una eventual audiencia no es un objetivo, sino una consecuencia no sólo interesante, sino incluso inesperada y hasta mágica.
Así que un blog es una excelente herramienta de reflexión en términos de aprendizaje. La reflexión es importante porque nos pone en el camino de la meta-cognición. Reconocer las ideas propias, el lugar de donde provienen, las visiones de mundo que representan y lo que implican ha sido, en lo personal, esencial para encontrarme con aspectos del mundo que fueron completamente insospechados a lo largo de mi formación. La reflexión pública ha sido, para mi, indispensable para encontrarme con ideas que de otra manera jamás habría considerado.
Así que, en términos de aprendizaje, mi blog ha sido una herramienta esencial. Ahora, el que esté un poco descuidado no significa que no haya aprendizaje. Como decía antes, el tiempo es sólo una de las muchas razones que me han llevado a cuestionar este espacio, más allá de sus bondades en términos de aprendizaje. Y espero poder hablar un poco más de esas otras razones, que tocan aspectos de mi percepción del mundo que me inquietan profundamente.
Por lo pronto, media hora ha pasado, y respetando ese límite termino esta entrada. Con mucho por mejorar, tal vez con poco dicho (depende del oyente), pero representando un buen precedente para recuperar el hábito de bloguear, media hora a la vez.
🙂
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Estimado Blogger,
Gracias por la reflexión compartida!!
Es
un placer reflejarse en quienes tienen la intención como nosotros y no
logramos compartir esas ideas, incluso, por el grado de exigencia que
nosotros mismos nos imponemos…
Sin duda, mientras nos sigamos
construyendo (de ahí que no nos quede el tiempo para dedicarle al blog),
el día a día nos dará experiencias para compartir y eso será
maravilloso, no crees?
Un abrazo desde México.
Eva
P.D. Fuera la culpabilidad!!!
Diego:
solo quería decirte que parece que leiste mi pensamiento… me siento totalmente identificada con lo que aquí dices.
Un abrazo desde Venezuela,
Cecilia