Hace poco más de dos años murió mi abuelita. Dos años, y todavía hay días en los que mi cerebro dispara conexiones inesperadas y el pensamiento de llamarla para saber cómo está aparece de improviso. A veces, la conciencia tarda un par de segundos en activarse, para recordarme que no es posible hacer esa llamada. En esos momentos, junto a la tristeza aparece también la gratitud por todo lo que ella hizo por mí, y por la valentía con la cual enfrentó la vida que le correspondió vivir.
Otra cosa que viene a mi mente en esos momentos es la certeza de la importancia del tiempo que tenemos disponible aquí. Y un recordatorio de la necesidad de tomar decisiones que me permitan pasar más tiempo con las personas a las que quiero. Sin embargo, esa emoción queda sumergida rápidamente en la carrera diaria y en el montón de responsabilidades (elegidas o asumidas) que parecen ser tan esenciales cuando no nos detenemos a pensar en ellas.
Así que, dos años después, con mi tiempo aún ocupado principalmente por lo laboral, aparece en el panorama un evento que cambiará de manera definitiva mi futuro: en unas cuantas semanas, seré papá por primera vez en mi vida.
En pocos días, tendremos con nosotros a un bebé para el que nos hemos ido preparando poco a poco durante poco más de un año. Lo cual es literal, pues el año anterior tuvimos una pérdida que nos llevó por todo un ciclo de sorpresa, expectativa, preocupación y resignación en unas pocas semanas. Felizmente, en esta oportunidad todo ha ido de maravilla, y dentro de poco iniciará una etapa completamente nueva e inexplorada.
El inicio de esa etapa, inevitablemente, me lleva a pensar sobre mis prioridades y sobre las cosas a las cuales dedico mi tiempo. Es el momento de ajustar el foco, para abrir espacio en mi campo de percepción a todas las experiencias y aprendizajes que vienen en el camino. Para ajustar mis ojos a una oportunidad única de ver el mundo a través de los de una personita que empezará a descubrirlo por su cuenta, ojalá con nuestra compañía.
¿Qué viene? Por lo pronto, un fuerte freno a mi actividad profesional para ajustar lo necesario en los primeros meses. Un freno que, espero, me permitirá regresar a ideas que estaba explorando en 2012, y que fueron puestas en pausa en los últimos años por las demandas de tiempo de mis actividades en EAFIT.
Nuestro cuarto de huéspedes ya fue renovado. Lo pintamos y decoramos para recibir al nuevo integrante de nuestra familia. Hicimos un inventario (si, en serio) con las cosas que tenemos y las que en realidad nos faltan, pues queremos actuar desde el inicio de la manera más responsable posible en cuanto al consumo de recursos. Y estamos revisando nuestros hábitos poco a poco, pues sabemos que las improntas más importantes que dejaremos dependerán de nuestro ejemplo, no de nuestras palabras.
La expectativa es enorme. Así como el convencimiento de que trataremos de hacer lo mejor posible, creciendo mientras ayudamos a crecer. Aprendiendo un montón en el proceso.
Seguramente, reAprender empezará a incluir muchas de mis preguntas y reflexiones sobre esta etapa. Con un tono menos técnico, menos formal. Menos inquieto por el efecto que pueda tener en mi entorno inmediato. Y, espero, con ganas renovadas para pensar en cómo aprendemos, qué aprendemos y cómo podemos ayudar a los más chicos a descubrir el complejo mundo en el que vivimos.
Así que, una vez más, “I’m holding my breath. In wonder, I wonder what happens next. A new world, a new day to see”.
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Diego, bienvenido al mundo de los padres, ese maravilloso mundo que nunca nadie podrá describir, solo experimentar. Estoy totalmente seguro que esta nueva etapa será para ti y para Anita todo un reto y un espectáculo nunca antes visto. Disfruten cada momento y cada evento. Sé que estarás con el radar a todo dar y con el sistema de preguntas activo en términos de aprendizaje, ojalá compartas con todos nosotros los aprendizajes vividos en tu propia piel.
Un gran abrazo y mil felicidades.
Diego. Me alegra mucho todo
lo que está por-venir en tu vida. Ser
papá, re-ingresar al mundo del juego, la fantasía y la creación; encontrar
otras pre-ocupaciones extraordinariamente cercanas al pulso agitado de la vida y como tú bien lo
dices, cambiar de “foco” respecto a lo que uno ha
hecho de su vida, es claramente una bella oportunidad para mirarte de nuevo a ti
mismo y reconocer nuevas posibilidades que sólo a través de la experiencia de la infancia, una nueva dimensión
del tiempo y el espacio y quizá encontrarás que si bien lo que has hecho
hasta ahora es muy bueno, hay otras cosas que la infancia enseña desde la
cercanía, que efectivamente cambian el foco radicalmente para el resto de la
vida.