Introducción al conocimiento conectivo: Fisicalidad

Nueva sección de mi traducción de An introduction to connective knowledge de Stephen Downes, esta vez sobre fisicalidad.   Vamos al grano:

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Una introducción al Conocimiento Conectivo

por Stephen Downes (traducción: Diego Leal)

a. Tipos de conocimiento

b. Interpretación

c. Emergencia

d. Fisicalidad [1]

Por lo general, pensamos en el conocimiento como relacionado con hechos y sobre los hechos, a su vez, como algo basado ​​en una realidad independiente, una realidad física. En consecuencia, es natural para nosotros decir, por ejemplo, que cuando vemos que algo es rojo hay una base física para tal declaración, que incluso si está de por medio alguna interpretación hay algún hecho físico de la materia que hace que una manzana sea roja y no azul.

Ciertamente, si no pensáramos en las cosas de esta manera, nos sería difícil decir algo sobre cualquier cosa. La fisicalidad nos proporciona un sustrato sobre el cual basar nuestras interpretaciones. Es, como diría Kant, una condición necesaria para la posibilidad de la percepción [7]. La fisicalidad nos ofrece, además, un medio de clasificar entre lo que podría ser llamado interpretaciones “correctas” y “percepciones erróneas”, entre la realidad y el espejismo.

No obstante, aunque este puede ser el caso, no hay nada en nuestras interpretaciones que esté inherentemente basado en la realidad física y, por lo tanto, no hay nada que impida nuestra discusión de ellas sin hacer referencia a esta base. De hecho, esto ha sido de enorme utilidad en otros ámbitos. Por ejemplo, a pesar de la base empírica de las matemáticas, es mucho más productivo y útil referirse a la cantidad sin hacer referencia a las entidades físicas que están siendo contadas, o (en otras palabras) pensar en la cantidad en abstracto. Lo mismo puede decirse de la cualidad. Pensar en la cualidad en abstracto lleva a los silogismos de Aristóteles [8] y es la base del razonamiento categórico.

Más aún, entidades no-físicas pueden tener (o ser atribuidas con) las propiedades que están, en sí mismas (en esta teoría), basadas en propiedades físicas. En nuestras ideas y sueños, pensamos en colores vívidos y grandes números. Y las ideas son transferibles. Considere el concepto de “prosa púrpura” [9] – una expresión que, si se aplica literalmente, o es falsa o en ningún caso tiene sentido, pero que sin embargo tiene utilidad y significado importantes.

¿Qué ha de aprenderse de esto? Que las entidades en las diferentes categorías de conocimiento – ya se trate de propiedades o números – no son reales en sí mismas. Cuando hablamos de ‘rojez'[2], no estamos hablando de algo que tiene una existencia concreta e independiente en el mundo sino, más bien, de algo que existe (en cuanto exista realmente) sólo en nuestras propias mentes. Cuando hablamos sobre el número “cuatro”, no estamos describiendo una entidad platónica [10] sino, más bien, nada más que nuestros propios pensamientos o sensaciones.

Eso no los hace menos ‘reales’. Nuestra percepción del color ‘rojo’ es tan real como cualquier fenómeno en el mundo. Se trata simplemente de hacer una distinción entre la percepción, que resulta de un complejo de factores, y la entidad física, que aparentemente la causó.

De manera similar, nuestras interpretaciones de las conexiones es distinta del conjunto real de interacciones que puedan existir en el mundo. Consideremos, por ejemplo, las teorías de conspiración, – la postulación de un conjunto complejo e interrelacionado de personas y acontecimientos que llevan a la conclusión de que alguien está tratando de hacerte daño. Tales teorías, como es notorio, no tienen ninguna base en el mundo físico. Pero sin embargo pueden ser contempladas, y discutidas, y trasmitidas, como si fueran reales. Y la experiencia de una teoría de conspiración puede ser, para quien la percibe, tan real para la persona que tiene la experiencia[3].

Hay una tendencia por parte de los lectores, bien sea al hablar de grillos, o de Shirky hablando acerca de leyes de potencia [11], de representar las conexiones como algo tan “natural” y “real” que simplemente está “ahí afuera” – como si lo que se dice acerca de las redes de conexiones representara una ley inmutable de la naturaleza. Muy por el contrario, nuestra comprensión de la existencia de conexiones y la naturaleza de las redes que forman, es algo que ponemos sobre la mesa, una interpretación de lo que pensamos que es prominente.

Notas y referencias

[1] Physicality, en el original.  Aunque su traducción literal no está aprobada por la RAE, es utilizada en filosofía para referirse a la cualidad de físico (tangible).

[2] Calidad de rojo. Redness en el original (N. del T.)

[3] La confusión gramatical de esta frase proviene del original: “And the experience of a conspiracy theory may be, to the perceiver, every bit as real to the person having the experience” (N. del T.)

[7]   Immanual Kant. 1999. Critique of Pure Reason. Paul Guyer and Allen W. Wood, eds. Cambridge University Press.

[8]   Garth Kemmerling. 2001. Categorical Syllogisms. Philosophy Pages. http://www.philosophypages.com/lg/e08a.htm

[9]   Deb Stover. 2007. The Purple Prose Eater. http://www.debstover.com/purple.html

[10]   James Dye. 2003. Platonic Forms. http://www.niu.edu/~jdye/forms.html

[11]   Clay Shirky. 2003. Power Laws, Weblogs, and Inequality. Clay Shirky’s Writings About the Internet, February 8, 2003. http://www.shirky.com/writings/powerlaw_weblog.html

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Hasta el momento, esta ha sido la sección más retadora para la traducción, empezando por el mismo concepto de fisicalidad.  Siempre queda la duda de si uno está en los dominios del ‘espanglish’, pero la palabra parece ser de uso aceptado.

Una vez más, el texto hace énfasis en recordar que lo que asumimos como ‘real’ está teñido por nuestra misma capacidad perceptual y cognitiva. Además, por las categorías (arbitrarias) que establecemos para referirnos al mundo. De allí el fragmento de Romeo y Julieta que dice “aquello a lo que llamamos rosa, con cualquier otro nombre, tendría un olor igualmente dulce” (o algo así).  El nombre que asignamos a algo nos permite tener un acuerdo sobre aquello a lo que nos referimos, pero no es aquello a lo que nos referimos (o, como lo pondría Korzybski, “el mapa no es el territorio”).

Un detalle importante desde mi perspectiva es que, aunque la abstracción es muy útil en muchos ámbitos (como indica Stephen), en ocasiones se corre el riesgo de que la abstracción empiece a condicionar nuestra mirada del mundo.  Tomemos por ejemplo el modelaje computacional, algo que uno aprende en los primeros semestres como ingeniero de sistemas. El modelo que uno construye (y que más adelante se complementa con técnicas de levantamiento de requerimientos, historias, o lo que sea) no es el mundo real. Lo representa, pero de manera parcial. Nos lo enseñan, y se supone que lo sabemos. No obstante, son recurrentes las historias de errores en la interpretación de los requerimientos y, de primera mano, he visto desarrolladores que empiezan a asumir que el mundo funciona según el modelo que crearon. O, peor aún, que debería funcionar de esa manera, lo que lleva a intensas jornadas de capacitación para que la gente haga de una forma diferente algo que ya hacía.  De allí la popularidad de plataformas como Facebook, que elaboran sobre algo que las personas ya hacían en el mundo real.

Imagine una teoría, por otro lado. En principio, es una construcción conceptual que trata de describir principios del funcionamiento de un aspecto del mundo.  Es un modelo del mundo. Pero a veces termina definiendo nuestra mirada del mundo. Y en consecuencia intentamos  obligar al mundo a coincidir con nuestra teoría, con resultados nefastos. Aunque hay muchos ejemplos a lo largo de la historia (y hoy, obviamente), uno que siempre me ha impactado es el sistema ptolemaico. Esferas dentro de esferas y más esferas para sostener una teoría que, en su supuesto básico (la Tierra está en el centro del Universo) era errónea (Si hay lectores provenientes de ArTIC, el asunto de los mitos  iba justamente en este sentido).

Stephen concluye recordando que esta distinción aplica también para las conexiones, y proponiendo que los fenómenos de acumulación característicos de las leyes de potencias (el principio de Pareto, entre ellas) no son necesariamente un fenómeno natural. Esto va a tener implicaciones importantes a medida que avance el documento.

Y eso es todo por ahora. 🙂

Sobre el autor

Soy Diego Leal . Mi propósito es ayudar a individuos y organizaciones educativas a descubrir un sentido de posibilidad frente al futuro, por medio de experiencias de aprendizaje innovadoras y memorables. Me sorprende lo poco que sabemos y lo mucho que creemos saber.




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