La integración de la IA en las políticas educativas

La oficina de Buenos Aires de IIPE-UNESCO organizó un seminario en línea titulado “Construir el futuro: la integración de la IA en las políticas educativas”, con la participación de un grupo muy destacado de referentes de estos temas en la región latinoamericana, que incluyen a Maria Teresa Lugo, Mariana Maggio, María Florencia Ripani y Valtencir M. Mendes, entre otros.

Por invitación de Fernando Salvatierra y gracias al apoyo de Alejandra Cardini, Natalia Fernández Laya y Graciela Paula Caldeiro (líderes de la Red de Especialistas en Política Educativa de América Latina) tuve el gusto de contribuir a esta conversación. Centré mi aporte en los futuros que estamos imaginando con IA y, sobre todo, en la importancia de lograr que las comunidades educativas –y especialmente nuestros estudiantes– se unan de manera activa a una exploración estructurada de los futuros posibles que se están configurando en este momento.

Aquí tuvimos un primer llamado al encuentro de los navegantes de futuros, #mañanautas que exploren y construyan futuros mejores para todos. Está disponible la grabación de esta nutrida sesión:

Sigue el texto completo de mi intervención (con unas secciones que fueron editadas por razones de tiempo pero que son igualmente relevantes). Las preguntas de partida fueron las siguientes: ¿Qué implicaciones éticas, sociales y educativas tiene la IA y cómo podemos abordarlas en la escuela? ¿Cuál es la perspectiva que deberían abordar a futuro los sistemas educativos? ¿Para qué futuros estamos pensando la IA?

Y mi perspectiva al respecto:

Tal vez lo primero que debemos tener presente es que las implicaciones éticas, sociales y educativas que puede tener la Inteligencia Artificial están completamente ligadas al contexto.  Usar o no una solución de Inteligencia Artificial en un contexto educativo históricamente desfavorecido tiene implicaciones diferentes a hacerlo en un entorno que tiene acceso a múltiples alternativas y recursos educativos, y puede representar o no la profundización de brechas. Lo mismo ocurre con el tema social: las implicaciones para los sectores de la sociedad que pueden aumentar ya su productividad usando la Inteligencia Artificial son completamente diferentes a las de las personas cuyos trabajos están siendo y serán afectados de manera directa. Lo que es deseable para algunos grupos será rechazado por otros, como en tantos otros aspectos de nuestra realidad.

Como las implicaciones son numerosas y dependen del contexto, una perspectiva que pueden abordar hoy los sistemas educativos es plantear discusiones informadas con nuestros estudiantes respecto a qué significan hoy estas tecnologías para cada uno de ellos, para sus familias, para sus comunidades educativas específicas, y qué pueden significar hacia el futuro. Tener múltiples respuestas y promover la experimentación con ellas puede ser preferible a presumir que una única perspectiva, iniciativa o política será suficiente.

Por otro lado, es claro que la conversación va más allá de lo normativo.  Estamos hablando mucho sobre integridad académica o sobre cómo enriquecer la experiencia de aprendizaje. Esto es necesario pero, al mismo tiempo, la discusión puede ser más amplia. Por ejemplo, pensemos en el nivel de incidencia real que tenemos sobre este tipo de tecnologías. A nivel global la producción de conocimiento en Inteligencia Artificial se ha movido en los últimos años desde la academia a la industria, y las capacidades y recursos necesarios para el entrenamiento de modelos como los LLM sólo están al alcance de un pequeño grupo de corporaciones en todo el planeta. Aunque existe movimiento en el frente de código abierto, casos como el de LLaMa muestran que es posible que persista una dependencia con las organizaciones capaces de entrenar los modelos fundacionales. Al mismo tiempo, casos como el de Stable Diffusion muestran que, a pesar de esa dependencia, la creatividad de comunidades alrededor del planeta puede acelerar lo que es posible hacer con la tecnología.

El asunto es que, a nivel local, la brecha frente a los lugares en donde se están generando estas soluciones sigue creciendo. Nuestro desempeño global en las competencias matemáticas necesarias para hacer parte del mundo de la ciencia de datos siguen siendo precarias. A nivel de sistema tenemos una cultura de toma de decisiones informada por datos que es incipiente. Y, en general, la información con la que contamos no sólo limita la efectividad de muchos algoritmos, sino que además se refleja en los sesgos de entrenamiento que se han puesto en relieve con la aparición de ChatGPT. Así que pienso que una reflexión respecto a cuáles futuros siguen siendo posibles para nuestros países y cómo logramos recorrer una senda que use y aproveche soluciones creadas en otros lugares va a ser muy relevante.

Estos son sólo algunos de los factores de contexto que vale la pena considerar.  Pero al pensar en los futuros que estamos imaginando con la inteligencia artificial, también cabe que nos preguntemos qué significa aprender en un mundo donde una máquina es capaz de referirse de manera adecuada, e incluso creativa, a un gran volumen del conocimiento humano. ¿Para qué aprendemos? ¿Para qué estudiamos? ¿Para qué la educación? ¿A qué no queremos renunciar como individuos y como sociedades? ¿Qué es indispensable conservar como individuos y como sociedades? Las respuestas que diferentes personas den a estas preguntas nos hablan de distintos futuros en los cuales los humanos tendremos distintos roles. ¿Cómo contestaría un adolescente? ¿O uno de los cinco millones de jóvenes de la región que no estudian ni trabajan?

Pero el reto va más allá de la inteligencia artificial.  Para tomarlo como ejemplo, pensemos que hace cinco años, esta era una tecnología muy especializada, que en el caso educativo prometía ventajas asociadas al aprendizaje adaptativo, a la generación de alertas tempranas o a la planeación administrativa del servicio educativo. Pero en noviembre de 2022 eso cambió. De un momento a otro, lo que era especializado se convirtió en una aplicación disponible para cualquier persona con una conexión a internet, con una barrera de interacción inexistente. Y estas posibilidades de acceso no han hecho más que aumentar en medio de la carrera armamentista que emprendieron las grandes corporaciones que están liderando este tema. En medio de todo esto, nuestros sistemas e instituciones siguen tenido capacidad limitada para abordar la situación y actuar frente a este cambio. Seguimos en modo reactivo, así como nos ocurrió con tantas otras tecnologías antes. La diferencia es que, aparentemente, en este caso tanto la velocidad como las implicaciones son mayores.

Cuando pensamos en cosas como la computación cuántica o la biología sintética, ¿será que vamos en una dirección similar? ¿Será que tecnologías que vemos como especializadas podrían alterar de manera repentina muchos aspectos del mundo para el cual estamos preparando a nuestros estudiantes?

Esto significa incertidumbre, y frente a la incertidumbre lo mejor que puede hacer el sistema educativo, desde mi perspectiva, es desarrollar de manera consistente su capacidad de anticipación. La discusión acerca de cómo será el futuro no puede ocurrir sólo en escenarios de política y gobierno, sino que es clave desarrollar capacidad anticipatoria en directivos docentes, en profesores y sobre todo en estudiantes. Enseñar acerca del pasado y el presente es algo que tenemos que seguir haciendo para vincularnos con nuestra historia como especie. Pero tenemos un desafío en este momento: lograr que la generación actual sea la última en graduarse sin tener las herramientas mínimas de la alfabetización en futuros, que le permita entender el mundo que estamos viviendo, percibir los múltiples futuros que se están configurando, elegir en cuáles futuros vale la pena vivir y concretar pasos para empezar a construirlos. En una presentación que hacía en la Escuela de Verano de Ceibal a inicio de este año decía que me gusta ver a estas personas como navegantes de futuros, como mañanautas que nos ayudarán a crear mejores futuros para todos.

Ahora más que nunca, será clave pensar en el sentido y propósito de nuestra presencia en el mundo, así como en las formas en las cuales nuestra identidad se relaciona con las labores que desempeñamos. Estas son algunas perspectivas que deberían abordar en el futuro nuestros sistemas educativos.  Son futuros posibles en los que la colaboración entre humanos y máquinas será cotidiana. Esa es la discusión que tenemos que plantear, y ya contamos con metodologías y rutas para promover estas conversaciones en nuestras instituciones, sobre las que me encantaría hablar con quienes resuenen con este tema. Será genial poder entrar en contacto con más personas que quieran construir el futuro de los mañanautas. Así que agradezco la invitación del IIPE a hacer parte de esta conversación tan relevante.



Sobre el autor

Soy Diego Leal . Mi propósito es ayudar a individuos y organizaciones educativas a descubrir un sentido de posibilidad frente al futuro, por medio de experiencias de aprendizaje innovadoras y memorables. Me sorprende lo poco que sabemos y lo mucho que creemos saber.




©2007-2024 Diego E. Leal Fonseca. Partes de este sitio están disponibles bajo licencia Creative Commons BY-NC-SA

Log in with your credentials

Forgot your details?