Ante todo, a quienes se animen a leer de nuevo, ¡bienvenidos! 😉
Esta semana (que incluyó mi cumpleaños) también está marcando (espero) un regreso a muchas prácticas que han quedado bastante descuidadas en los últimos años. Han ocurrido muchas cosas en todo este tiempo: nuevos proyectos, nuevas responsabilidades y curiosamente, con todo lo ocurrido en la pandemia, una sensación del valor y relevancia de muchas de las cosas en las que empecé a trabajar por allá en 2007.
Por alguna razón, la presentación que hice en 2014 en el Congreso Internacional de Innovación Educativa del TEC, en la que me aventuré a compilar un conjunto de ideas para “pensar en red”, representó para mí una especie de ritual de paso, un evento de cierre de una etapa. Aunque esto se debió, en parte, a la decepción con el tema de los MOOC, algo de frustración por la limitada velocidad de desarrollo de estos procesos en el entorno local y el cambio de responsabilidades laborales están relacionados, lo que sí es claro en retrospectiva es que fue una equivocación dejar, de un momento a otro, de llevar registro de muchas cosas y de desarrollar de manera activa las ideas, metodologías y comprensiones sobre el aprendizaje en red que hoy, después de 10 años, aparecen estrechamente ligadas a los conceptos de ecosistema con los que estamos trabajando y se tornan muy importantes en la nueva normalidad que se desprende de la pandemia.
Por supuesto, muchas cosas ocurrieron desde entonces y algunas quedaron documentadas. Me acerqué mucho más a las metodologías ágiles, complementé mis habilidades de facilitación con el uso de metodologías de registro y facilitación visual, profundicé mucho más en wordpress como plataforma de agregación y publicación, así como en la comprensión de los procesos de circulación de información y conocimiento. También tuve la oportunidad de poner a andar un taller corto sobre Ecosistemas de Aprendizaje y Desempeño (que aunque no fue abierto, sí retomó muchas de las ideas de ArTIC y TRAL mientras integraba Slack al ecosistema digital del curso) y de iniciar un proceso de exploración alrededor de los ecosistemas de innovación educativa, que deriva en mi contribución directa al diseño y puesta en marcha del Laboratorio de Innovación Educativa para la Educación Superior de Colombia (CoLab) y al proyecto de fortalecimiento del ecosistema nacional de innovación educativa que EAFIT viene desarrollando con el Ministerio de Educación desde 2019.
Obviamente, el mayor evento de esta etapa fueron los primeros años de Elo. Mi hija querida ya ajusta cinco años que han pasado volando, en los que he tenido el privilegio de acompañarla a descubrir parte del mundo y de poner en su dieta cognitiva muchas de las cosas que han marcado mi mirada del mundo. No está de más decir que esto van en doble vía, y que mi dieta cognitiva se ha visto enriquecida con música infantil, con un regreso al libro impreso (en especial aquellos que no tiene sentido experimentar en digital) y con preguntas y observaciones que refrescan y amplían mi mirada.
Si tuviera que lamentar algo de este período, tal vez sería haberme alejado de muchas redes y personas con las que tuve oportunidad de aprender y crear cosas muy interesantes, pues me desconecté de muchos de mis contactos de Uruguay, México y Argentina (desconexión que también estuvo marcada por la triste pérdida de la queridísima Vera Rex). Aunque extraño en especial a toda la red orgánica que emergió de ArTIC y TRAL, la vida siguió, y si bien muchas cosas cambiaron en estos años, muchas otras siguieron igual. Por ejemplo, las potentes ideas de diseño que derivan del conectivismo y el conocimiento conectivo siguen sin adquirir la prominencia que merecen, en especial en este tiempo en donde la capacidad de transitar, reconocer y tejer redes de aprendizaje personal empieza a tornarse cada vez más relevante.
El lado oscuro que marca a estos últimos años tampoco ayuda. Como lo anticipaba en diversos posts y conversaciones a inicio de la década anterior, la edad de la inocencia de la Web 2.0 terminó; y la fe ciega en una inevitable revolución social movilizada por los medios sociales pareció ponerse en pausa para dejar paso a las expresiones más inquietantes de un capitalismo basado en la vigilancia tecnológica. Hoy, como de costumbre, Dickens sigue siendo totalmente vigente: Estamos en la mejor de las épocas, y en la peor de las épocas. La nuestra también es la edad de la sabiduría y el asombro, así como de la locura; la época de las creencias fanáticas y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Como lo anticipaba Postman, parece que Huxley tenía razón, y terminamos viviendo en una extraña utopía distópica, en la que Black Mirror parece ser una crónica de los futuros y los presentes que tal vez no seremos capaces de evitar.
Pero ver crecer a una pequeñita tan especial como Elo, entender el profundo rol que tenemos como padres de poner a nuestros hijos en contacto con su historia y su legado cultural, así como descubrir la chispa de curiosidad, exploración, humildad y asombro ante el conocimiento que debería ser derecho de todo niño, hace imposible quedarse en el invierno de la desesperación. Aún en medio de la pandemia, ha estado latente para nosotros la esperanza y, sobre todo, el sentido de propósito en las cosas que hacemos. Por ello somos afortunados. Nos ha correspondido vivir en una época extremadamente interesante, en donde (recuerdo siempre a Ian Malcolm) estamos permanentemente al borde del caos, saltando aparentemente de crisis en crisis, pero conservando la esperanza de que podremos hacerlo un poco mejor, no sólo para nosotros, sino para nuestros hijos.
Y con es intención de ‘hacerlo mejor’, quiero compartir otra vez de manera activa lo que voy aprendiendo, porque este ejercicio reflexivo puede ser otra forma de contribuir a forjar algún aspecto de nuestros futuros posibles. Para quien quiera que pueda beneficiarse de ello.
Con todo eso dicho, algunos highlights y recursos diversos con los que me conecté en esta semana. Información adicional de todos ellos en los enlaces que llevan a Twitter:
- Educause publicó esta semana una edición de reporte Horizon enfocada en temas de seguridad de la información: https://t.co/nCwnVL2f3Y
- Recursos provenientes del interesante curso Foundations of Learning Experience Design, ofrecido por NovoEd, incluyen un framework para la escritura de Objetivos de Aprendizaje específicos y medibles, basado en cuatro ítems: Condition, Actor, Behavior, Degree (https://t.co/XN9yGvPKCt). También un post de Cathy Moore que recuerda la importancia de enfocarse en las acciones (o resultados) y no simplemente en los objetivos cuando se trata de diseñar experiencias de aprendizaje (https://t.co/L6PkDhvG4s)
- También en esta línea, me reencontré con Designing learning and assessment in a digital age, una estupenda guía de JISC: https://t.co/tqHPK8GVWQ
- Y via @coursera anuncio de webinar con Barbara Oakley como protagonista: Uncommon Sense Teaching in a Post-COVID World, el 9 de Marzo: https://t.co/Wkoo8r9Tu6
- Por otro lado, en conjunto con Ana Vargas y Leydy García (dos estupendas personas con quienes empecé a trabajar el año anterior) enviamos un trabajo al 7th International Conference on Higher Education Advances, que documenta un modelo de madurez que desarrollamos el año anterior en el marco del proyecto que llevamos a cabo con el Ministerio de Educación para la puesta en marcha de un programa de mentorías para el programa Generación E. De este modelo de madurez se desprende una herramienta que llamamos DIADEMMA, que le facilita a una institución de educación superior analizar y definir rutas de desarrollo para un programa institucional de mentoría entre pares.
- Finalmente, tuve una estimulante conversación con pares de Uninorte, ICESI y CESA (instituciones que junto con EAFIT lanzaron a finales del año anterior la Alianza 4U), para explorar posibilidades de cooperación en el área de la educación virtual. Cada vez es más notoria para mi la importancia de encontrar mecanismos que aceleren la identificación de posibilidades efectivas y tangibles de colaboración entre entidades, que trasciendan la buena voluntad que caracteriza a las conversaciones interinstitucionales. Aunque estas son habilidades naturales para algunas personas, lo cierto es que existe una profunda dificultad de sostener redes y colaboraciones en el tiempo. Esperamos que en este espacio podamos dar pasos firmes en esa dirección.
Y eso es todo (tal vez demasiado?) por ahora. So much to say, como diría Dave Matthews. Y un reto abierto de seguirlo haciendo. Para quien llegue hasta aquí, ¡ojalá haya habido algo de utilidad inmediata o futura! 👋