El domingo 3 de Noviembre recibí una llamada de mi mamá a las 4:00 de la mañana. Mi abuelita estaba en el hospital, muy grave. Alrededor de las 4:30a.m., había fallecido.
Esta es la primera vez en mi vida que enfrento la muerte de una persona muy cercana. Si bien en el pasado un par de amigos habían muerto, en este caso se trata de la única abuelita que conocí y de la persona que, junto con mi mamá, se encargó de mi crianza. A ella le debo, sin duda, la mayor parte de lo que soy hoy. A su dedicación, su afecto y su imparable espíritu, que le permitió transformar las vidas de sus hijas contra viento y marea.
Luego de la llamada, preparé rápidamente viaje a Bogotá (incluso compré tiquetes en sentido contrario sin darme cuenta!). Mientras tanto, en Bogotá mi familia se enfocaba en los asuntos pragmáticos: certificados, organización del funeral, etc. Y, en esa medida, tenían su atención ocupada en otras cosas.
En mi caso fue diferente. Tuve un largo rato para estar conmigo mismo, reflexionando acerca de lo que acababa de ocurrir. Lloré una y otra vez, y noté que lo hacía más por las cosas que siento que habría podido hacer mejor y no hice. Lloré porque no tendría la oportunidad de escuchar de nuevo la voz de mi abuelita, de abrazarla o de darle un beso. Lloré por no haber escuchado más sus historias, por no haber comprendido antes la difícil vida que tuvo que llevar, por no haber contado con más herramientas para entender las implicaciones de esas dificultades.
El 14 de diciembre, mi abuelita habría cumplido 94 años. Increíblemente, descubrí que no tenía conciencia plena de su edad. Y he notado que, por alguna razón, siempre la percibí más joven de lo que era en realidad. Tal vez siempre la ví con la misma edad que tenía cuando nos conocimos. Por eso me maravilla pensar que bailó conmigo una pieza completa en mi matrimonio, a sus 92 años, o que tan sólo el año pasado se empeñó en arreglar por su cuenta (quién discutía con ella!) el jardín de la casa de mi mamá, a sus 93 años. Mi abuelita (y mi mamá) vienen de una época y un mundo en el cual existía una relación muy especial con la tierra y con las plantas. Una relación que durante mucho tiempo no entendí pero que he llegado a admirar.
A sus casi 94 años, mi abuelita estaba completamente lúcida. Recordaba cada conversación, preguntaba siempre cómo estábamos, y cuando contestaba el teléfono lo hacía diciendo, habitualmente: “Dios te bendiga, mi hijito”. Voy a extrañar eso profundamente. Así como una pregunta recurrente que me hacía: “Cuándo es la vuelta?”.
Ví a mi abuelita por última vez el 26 de Octubre. Y conversé con ella por última vez el 1 de Noviembre. Recuerdo que le pregunté de qué se había disfrazado para Halloween.. En esa última semana estuvo bastante inestable. Pero al hablar con ella, jamás habría podido imaginar que nos abandonaría tan pronto. Eso me entristece mucho. Saber que ya no habrá una nueva oportunidad para muchas cosas…
Una parte de mi sabe, racionalmente, que ella merecía descansar. Fueron muchos años y mucho esfuerzo, con una misión cumplida en exceso. Mi abuelita fue, desde mi perspectiva, una verdadera heroína. Sin superpoderes que le ayudaran, enfrentó cada una de las pruebas que le lanzó un entorno hostil y una historia familiar plagada de patrones disfuncionales. En la medida de sus capacidades, hizo todo lo posible (y lo imposible!) para sacar adelante a dos generaciones (tres, si la incluimos a ella).
Sin que ella lo supiera, todas las decisiones que tomó fueron fundamentales para que cada uno de nosotros (sus hijas y sus nietos) estemos en el lugar en el que estamos. En mi caso personal, la posibilidad que he tenido de pensar en otros mundos posibles, de viajar por múltiples sitios, de tocar la vida de tantas personas de manera directa o indirecta, es una consecuencia inmediata de su esfuerzo (y por supuesto, del de mi mamá y mis tías). Es gracias a ella que mis reflexiones existen. Es gracias a ella que existo. Mi potencial de afectar al mundo es una amplificación de su potencial, y está marcado por los rasgos que la caracterizaron.
En una y otra ocasión he escuchado con gratitud que algo presente en los proyectos en los que me he embarcado es la generosidad. Veo ahora que es inevitable que sea así, pues no puedo pensar en personas más generosas que mi mamá y mi abuelita. Y sé que es un rasgo que ellas emulan de sus propios abuelos. Encuentro fascinante que algo como esto se propague a través de generaciones, y que abra posibilidades insospechadas a medida que el tiempo pasa.
Durante el funeral, nos sorprendió la cantidad de personas que nos acompañaron, tanto en la velación como en la misa. Muchas personas acongojadas (y muchos desconocidos!), que me recordaron el complejo ser que fue mi abuelita y las múltiples facetas que tenía, de las cuales me temo que sólo conocí a fondo unas pocas. Para mi ha resultado inspirador descubrir la calidez y la enorme comunidad que fue tocada por mi abuelita. Hace que me sienta orgulloso y humilde a la vez.
No obstante, a pesar de todo esto, la nostalgia sigue estando presente. Acompañada por los recuerdos de las cosas que vivimos juntos, los cuales estoy tratando de recuperar en mi enredada cabeza y de escribir para poder conservarlos. Acompañada también por una observación atenta (en lo posible) de mis emociones y de lo que ocurre en mi entorno. Por una búsqueda del sentido existente en todo esto. Que cae de perlas en un blog que tiene como título, justamente, reAprender. La muerte, resulta, es una ineludible excusa para comprender mejor la vida.
Y en esa búsqueda de sentido veo el esperanzador papel que juega nuestra naturaleza católica, que en mi cabeza trata de articularse con ideas espíritas, o con la noción de que todo esto está anclado también en neuronas y sinapsis… Al final, lo que siento con claridad es que hay algo más allá, lo que me da esperanza de encontrarme de nuevo con mi abuelita para poder, finalmente, decirle todo lo que no llegué a decirle.
En medio de esa búsqueda de sentido, Analia Ferraro compartió un texto de Henry Scott Holland, profesor de Divinidad en Oxford y canónigo de Christ Church, quien por allá en 1910 (nueve años antes del nacimiento de mi abuelita) realizó un sermón luego de la muerte de Eduardo VII, que incluía este bonito fragmento:
La muerte no es nada
Sólo me he refugiado en la habitación de al lado.
Yo soy yo, y tú eres tú.
Tal como fuimos el uno para el otro, seguimos siendo.
Llámame por mi diminutivo de siempre.
Háblame como solías. No cambies de tono. Ni solemnidad forzada, ni aflicción quiero escuchar.
Ríe como reíste siempre nuestras pequeñas bromas.
Juega… sonríe…Piensa en mi… reza por mí.
Deja que mi nombre siga siendo la palabra familiar que era.
Que sea pronunciado sin afectación, sin la más pequeña sombra.
La vida significa lo mismo que siempre, sigue igual que siempre.
Hay continuidad, absolutamente ininterrumpida.
¿Qué es esta muerte sino un accidente sin importancia?
¿Acaso debo desaparecer del pensamiento porque haya desaparecido de la vista?
Estoy esperándote… será sólo un rato.
Muy cerca de aquí, a la vuelta de esa esquina.
Todo está bien.
El epitafio que aparecerá en la tumba de mi abuelita (es irreal pensar que estoy escribiendo esto) es el siguiente:
Gracias por abrirnos el camino y enseñarnos a caminar
Te voy a extrañar profundamente, abuelita. Espero lograr reconstruir la mayor parte de tu historia. Y cuento con que seguirás cerca, cuidándonos como lo hiciste durante toda tu vida. Estoy seguro de que estás en un buen lugar, porque te lo mereces. Porque sin saberlo lograste cambiar la vida de muchísimas personas gracias a tu esfuerzo y tenacidad.
¿Nuestro reto? Hacerlo mejor. Seguir intentando, seguir aprendiendo y hacerlo mejor. Lo que tú lograste será la inspiración para seguir caminando. Para abrir nuevos caminos. Para superar los obstáculos que aparezcan. Esa será la mejor forma de honrar tu memoria y tu vida.
Nos encontraremos de nuevo a la vuelta de esa esquina. Para bailar juntos una vez más.
A pesar de la nostalgia, todo está bien. Simplemente, gracias.
Te queremos. Te extrañamos.
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Estimado Diego
Nuestros abuelos son los pilares de nuestra esencia, de ahí la importancia de aprender de sus humildes enseñanzas, la mejor manera de pensar en ellos, es recordar cada una de sus acciones en beneficio de nuestra formación. Te acompaño en tus sentimientos, esperando que el tiempo te permita, reconfortarte en la conciencia de que ella, vivió y dio vida a la vez.
Saludos fraternales desde México.
Gustavo Gonzalez
Muchas gracias por tus palabras, Gustavo. Creo que ahora es cuando sus enseñanzas empezarán a hacerse más claras. Mi gran reto es ser capaz de entenderlas y aplicarlas de la mejor manera posible…
Un saludo!
Cada una de tus palabras me llegaron como podrás imaginar por el momento tan parecido que estoy viviendo. Así son nuestras abuelas… y hemos sido muy afortunados en haber sido tocados por esos seres maravillosos. Son simplemente como dices tú, seres de otro mundo. Ahora debemos honrar todas sus enseñanzas siguiendo su legado. Un abrazo, gracias por compartirlo.
Gracias a ti por tus palabras y por estar tan presente, Luz Elena! Seguimos acompañándonos de corazón…
Gracias Diego por compartir con nosotros tus sentimientos. Como siempre un placer leer tus líneas, aunque ahora una lágrima se asome. Qué gran ejemplo de vida y por la descripción tan rica que has hecho, es fácil reconocer su toque en tu labor profesional, mismo que agradecemos infinitamente. Gracias Señora!
Muchas gracias, Deya! Creo que parte de mi deseo con estas palabras era plasmar la importancia que tuvo la vida de mi abuelita en mi actuar, y el impacto indirecto que ella ha conseguido. Sólo ahora lo veo, y hace que me sienta humilde, y a la vez esperanzado…
Leerte fue traer mi recuerdo de mi abuela Hilaria, también una mujer que hizo cuanto pudo para sacar adelante a sus hijas, que fue parte esencial de la formación de sus nietos (especialmente la mía), que tenía esa sabiduría de la tierra y de las prácticas casi mágicas para sanarnos y ayudar a sanar a otros, y que con toda lucidez contaba historias y nos pedía los recursos para dejarnos grabadas historias y canciones.
Me has conmovido inmensamente y te lo agradezco.
Un abrazo.
Blanca, me sorprende la similitud que percibo entre tu abuela y la mía y por ende, supongo, entre parte de nuestras historias… Yo habría querido tener más historias grabadas.. 🙂 Pero confío en que tendré de nuevo la oportunidad de escucharlas, a la vuelta de la esquina.
Gracias a ti por estar tan presente!
Dieguito
Me conmoviste el alma…la generosidad de sus enseñanzas , su fortaleza y su tenacidad la he visto cada día que he compartido de diversas maneras contigo. Está contigo y estará siempre. Animo
Muchas gracias, Pilar. Sin duda de ahora en adelante, más que nunca, estará presente, pues ahora soy consciente de cosas que antes no percibía con claridad. Gracias por el ánimo!
la imagen es de un texto que
escribí hacia 1999, para un cumpleaños de nuestra “MAMÁ- ANA” .
Unos sueños la semana pasada me hacían caminar con precaución, tratándome de preparar para algo que de un modo u otro estaba “sintiendo” que venía. El dia viernes tras haber terminado nuestro estudio bíblico, mi pastora me preguntó: ” ¿quieren orar por alguna cosa en particular?”–inmediatamente como resorte fue disparada una petición desde mi corazón. Con voz un poco callada y con nudos en la garganta, con este sentimiento que traía desde hace días, agache mi cabeza y empecé a orar. Le pedí a Dios que hiciera todo lo posible por darle los mejores días a mi abuelita pero que sobretodo hiciera su santa voluntad, le pedí que pudiera ponerse en paz con él, que pudiéramos nosotros (sus hijos, nietos, familiares, amigos…) ponernos en paz con ella y
pudiésemos así estar preparados para su partida. Johanna (mi compañera y futura esposa) y yo nos habíamos soñado simultáneamente algo sorprendentemente parecido, nuestro sueño nos hizo saltar de la cama con lagrimas en los ojos.
Recuerdo que oramos muchísimo por que pudiéramos comprender este sueño, porque los sueños dicen cosas y porque este sueño definitivamente nos anunciaba algo.
el dia miércoles 30 de octubre un poco después de las 6pm falleció la única abuela de Johanna, el viernes dos días después orábamos en el estudio bíblico y el sábado estuve desganado y con ganas de dormir durante todo el día, Johanna me observaba preocupada y me pregunta si podía hacer algo por mi…yo solo le respondía: ” Joha, me siento muy mal, quiero recostarme un poco” a las 4:16 am del domingo 3 de noviembre falleció mi abuelita…De ahí en adelante no hubo mas que un llanto con los dientes apretados, un millón de
gracias y lo que pueda decirse sin palabras desde el fondo de nuestros corazones. Me siento muy orgulloso de mi abuelita, de su fuerza y a su gran lucidez, a su increíble historia, a su excelente humor, a su creatividad, a los tesoros invaluables que han enriquecido nuestras vidas.
esto es para ella:
Los días y las noches como una sala de espera…
Permitían que ella tuviese una
memoria más de lo que fue su viaje de regreso, la partida hacia su rincón
feliz, hacia el rincón infinito donde la aguardaría su padre celestial, el rincón
donde se fabrican las almas de los hombres y a donde los hombres una vez que
anochece somos recibidos de nuevo por el supremo fabricante. Para volver allá
hay que preparar el viaje de regreso día tras día, ella lo hacía con cafecitos
y meriendas, con regaños y consentimientos, con miedo y con valentía, porque
las mamás son todo eso por causa del amor y algunos afanes, que si bien no son
amores, son malabares con los que a nosotros los hijos nos pretender dar una
guía de lo que se supone nos conviene. Unos minutos antes de este viaje,
algunos dicen que se recorre el viaje anterior, el de la vida con sus luces y
sus sombras, desde el útero hasta el ahora; y que no hay momento de más
preguntas ni respuestas, que lo que se sabe se supo y que el mañana fue un
hasta siempre. Ella escuchó su propia voz diciendo hasta siempre mientras
confundidos decíamos hasta pronto y no te vayas. Una vez abierta la puerta una
luz resplandeció y ella cerró sus ojos, nos dejó un adiós con bendiciones, nos
dejos ciento un mil lecciones, un ropero, un beso en la frente y otro en las
palmas, un suspiro, su diario escrito sin palabras y sus memorias talladas en
el viento.
Algunos lloraron, otros
enmudecieron, otros quisieron comenzar una nueva historia y los demás solo
pusimos palabras sobre un papel. Yo siempre he pensado que vale la pena vivir
para contar buenas historias, que las páginas en donde se reescribe nuestra
historia una y otra vez es un agradecimiento al padre de la luz que nos
alumbra, que papás y mamás no saben que ser ni que hacer, porque el guion de
esta historia de cada uno nunca está escrito, pero de ella cada uno aquí ya
habrá de comprender sus confusiones, pero más ha de saber, que muchos mas
fueron sus amores.
Padre Dios amado recíbela en tu
aposento y borra de nuestros corazones su confusión y la nuestra, y danos el
poder para contágiarnos con el amor que nos ha dejado.
Que el señor la tenga en su santa
gloria. Amén.
Amén.
Diego un abrazo fuerte…
Gracias Enith!
Diego, me uno a ese abrazo fuerte de Enith!
Gracias, Mauro!
Gracias por compartir tus sentimientos y aprendizaje de esta dolorosa escena de tú vida. No pude evitar que se encharcaran mis ojos pero la disfrute mucho, es evidente que fue escrita con el corazón. Que Dios te bendiga y derrame sobre tí mucha fortaleza para superar este difícil momento.
Muchas gracias a ti por pasar por aquí y por tus buenos deseos, Lina!
El amor que sentimos por nuestros seres queridos, nos hace vulnerables frente a su transitoria existencia, pero ese amor nos fortalece para superar la ausencia física… con cariño te acompaño en este momento y te agradezco habernos compartido tan bello texto.
Muchas gracias a ti por tu mensaje, Claudia!
Sabes Diego que comprendo gran parte de esos sentimientos que expresas… en menos de dos años he tenido pérdidas muy cercanas que definitivamente cambian la visión de muchas cosas en la vida. El mayor consuelo es saber que disfrutamos su compañía al máximo, que tenerlos a nuestro lado en un plano físico es el mayor regalo de vida, ahora yacen allá en el lugar donde esperamos, como tu dices, encontrarnos nuevamente con felicidad y total plenitud… Un abrazo para ti y tu familia!!
Sin duda, una de las cosas que se hacen muy claras para mi es la importancia de aprovechar al máximo el tiempo que tenemos disponible. Como dices, la visión sobre muchas cosas cambia…
Muchas gracias por tus palabras!
Un abrazo Diego y gracias por compartir parte de la vida y aprendizajes que sembró tu abuelita en ti y tu familia.
Gracias a ti por tomarte el tiempo de leerlo, Pilar!
Ayyyy Diegooo, aunque este escrito es para tu alma, tocaste fibras tan sensibles en las mías que deberías ponerle en el título “Caution: no leer sin pañuelos cerca”.
Cuando hablas de que hay algo después y que nos volveremos a encontrar, te comparto que hace un mes murió mi abuelita. Murió estando en completo uso de sus facultades mentales y quienes estuvieron con ella al morir dicen que sus últimas palabras fueron: ” Ya me voy, Arturo (mi abuelo que murió hace unos años), está aquí para ayudarme”… Así que sí, confió plenamente en que la volveré a ver.
Un abrazo
Tendré en cuenta la sugerencia inicial, Nilda… 🙂 Es una de esas cosas que salió como salió, sin mayor edición, pues necesitaba dejar un registro de mis sentimientos.
No sabía lo de tu abuelita y, habiendo vivido esto, sé perfectamente por lo que pasaste. Lo lamento profundamente. Pero a la vez quedo con una bonita sensación luego de leer sus últimas palabras. En el caso de mi abuelita, su situación médica le impidió hablar al final (insuficiencia respiratoria), pero estamos seguros de que sus seres queridos estaban allí con ella para recibirla…
Un abrazo también para ti, y gracias por tu mensaje!
Estimado Diego,
empezaré por decirte que no pude evitar llorar, pues al igual que tú he tenido pérdidas muy cercanas y por eso siento tu dolor muy dentro y muy cerca. De hecho, el martes que fué la sesión sincrónica, sentí una tristeza muy profunda, que solo pude superar una vez que Paco nos compartió un verso de Gabriel García Marquez, alusivo al momento tan trascendental por el que estabas pasando y sentí mucha gratitud por su delicado detalle. Quiero que sepas que estos días he estado en oración por tí y por tu abuelita, para que tengas la fortaleza que se requiere en momentos así y ella esté en el mejor lugar que deseamos para nuestros seres queridos. Y dices muy bien de honrar su memoria haciendo mejor nuestro compartir generoso cotidiano. Pienso que en tí es muy natural ese compartir y darse a diario, no solo en el aspecto técnico, sino en todos los aspectos. Es muy claro todo ese legado de tu abuelita, de tu mamá y tus tías, tu comunicación, tus iniciativas, como TRAL, EduCamp y demás permite ver el espíritu de servicio y de buscar el bienestar de los demás. Se ve que buscas lograr lo que dice Jesús en la Biblia…”la verdad os hará libres”, compartiendo tus experiencias, conocimientos, vivencias y todo lo mejor.
No puedo menos que bendecir y admirar a tu abuelita, pues como dice también en la biblia…”por sus obras los reconocerás” y tu forma de ser, es obra de ella, tu mamá y tus tías como lo mencionas. Vaya pues un respetuoso y cariñoso saludo para ti y toda tu familia,
sincera y humildemente,
irma
Irma, muchas gracias por tus generosas palabras. Como dices, me gusta pensar que algunos de esos valores están imbuidos en las cosas que hago, y me he quedado pensando en cuáles otros podrían hacerse más explícitos, más presentes.
Cosa curiosa, estudié en un colegio parroquial que tenía como lema, justamente, “Veritas liberabit vos”…
Lo que dices me deja pensando en la importancia de ser conscientes de las obras que ponemos en marcha y de los mensajes que lanzamos al mundo. La importancia de asegurarnos de que amplifiquen lo mejor de nosotros y de nuestros seres queridos.
Soy yo quien recibe de manera humilde tus palabras. Gracias en nombre mío y de mi familia!
Diego,
la inspiración de quienes nos anteceden son nuestras escuelas, no hay dolor cuando hay esperanza, certeza y esto que somos. Dios te bendiga y la meta es alcanzar lo bueno que recibimos para también ser seres-faros, héroes de nuestra propia familia.
Un beso,
Natacha.
Ah, Natacha, eso de “héroes de nuestra propia familia” es una tarea importantísima… Qué bueno arriesgarnos a romper patrones, a descubrir otras (ojalá mejores) formas de vivir, que construyan sobre las lecciones de quienes nos anteceden y nos permitan amplificar lo bueno que hemos recibido. Estamos más sintonizados de lo que te imaginas.. 🙂
Gracias por tu mensaje!
Diego, las abuelas son una bendición grande en nuestra vida, en general, su generosidad no tiene límites y es de ellas que aprendemos que ser buenos vale la pena, que ser honestos es un valor atemporal y que el amor puede ser incondicional. Lo más
bonito es que todo eso nos lo enseñan en silencio y solo con su ejemplo, solo con su manera de vivir. Tu abuela, así como la mía que también murió de 94 años, que se llamaba Ana y que nació en Rionegro en 1907 siempre estarán vivas para nosotros porque lo que aprendimos de ellas nunca pasará.
Gracias por tu mensaje, Ana! Coincido en que siguen vivas, no sólo por sus enseñanzas sino en lo que nosotros seamos capaces de dejar en el mundo. Con el ejemplo silencioso que podamos dar…
lo lamento mucho, perder a ser muy cercano duele en el alma, mas que una herida, una herida sana con el tiempo, la perdida de un ser no tiene reparo, el tiempo alivia pero la herida sigue. fuerzas y mucha fe!
Perdí a mi abuela recién y el dolor que siento es muy grande. Vivo en otro país desde hace poco y no pude ir a su velorio ni entierro (no me creo esto), ella fue como una madre para mi y me gusta decir que tengo tanto de ella. Aunque muchos digan que la disfruté, cuando se ama nunca es suficiente. No sé seguir… no sé cómo. Gracias por tu texto, bien sentido.