Por momentos resulta difícil encontrar un título razonable para un post, sobre todo cuando he estado alejado tanto tiempo de la escritura.
Pero en fin, al igual que muchos otors miembros de la blogosfera, me gustaría proponerme este año tener una mayor frecuencia de escritura, y retomar el ritmo que traía meses atrás. Lo cual es muy importante considerando que, si todo sigue como va, en Marzo estaré dirigiéndome finalmente a Brasil, así que más me vale retomar la disciplina ahora.
A pesar del silencio, obviamente hay un montón de ideas e inquietude nuevas que están en ciernes en mi cabeza. Y pequeños convencimientos que empiezan a tomar fuerza, algunos de los cuales pueden resultar un tanto controversiales.
Pero de eso se trata, precisamente, la controversia y la discusión son importantes, por lo cual otro de mis propósitos de Año Nuevo es opinar más en otros blogs, y buscar nuevas estrategias para seleccionar mejor lo que leo, con el fin de no quedar sepultado de nuevo por la avalancha de información de todos los días. Se requerirá creatividad para ello.
Tengo pendiente escribir sobre montones de cosas, además. Sobre mis lecciones del año anterior (aunque muchas de ellas pude enviarlas a Twitter antes de olvidarlas), sobre la exploración que he tenido accediendo a servicios de red con mi celular y las claridades que veo en este sentido para nuestro contexto, y también sobre el EduCamp de diciembre (tema sobre el que, a pedido de Nancy, tendré que escribir también en inglés)
Además tengo que afinar un montón de cosas de b2evo, porque me pasé a la versión 2.1, y el pequeño orden que había logrado crear está patas arriba. Tengo mucho que hacer a la plantilla todavía, así que sin duda las cosas no se verán tan bien como se veían antes durante algún tiempo...
Así que este es, de alguna manera, un post de reencuentro con mi blog.
Y, es también la oportunidad de expresar uno de mis pequeños convencimientos de estos días: En realidad no creo que una educación virtual escolarizada sea la respuesta para una verdadera transformación de nuestro sistema. No le encuentro sentido a una educación virtual de un tutor con 200 estudiantes, en donde todo lo que se hace es más de lo que siempre se ha hecho. Necesitamos empoderar a nuestros ciudadanos. Necesitamos convertir en aprendices responsables y críticos a nuestros ciudadanos. Y aprender/consumir contenido para una evaluación no es la mejor manera de hacerlo.
Eso no quiere decir que el sistema educativo formal no pueda ser el medio para lograr esa transformación. Pero si seguimos "integrando" las TIC a las prácticas de toda la vida de muchos de nuestros docentes, sin reflexionar sobre los temas de fondo de nuestra relación como sociedad con la tecnología y con el aprendizaje, no estaremos haciendo mucho.
Nuestro planeta requiere personas íntegras, que no sólo sean excelentes profesionales, sino seres realmente honestos en su hacer, no sólo en su discurso. Que tengan conciencia de las consecuencias de sus actos, y las asuman de manera responsable (y esto aplica a todos los ámbitos de la vida, y de los problemas que afrontamos como especie). En esa medida, necesitamos profesores íntegros. Que mediante su comportamiento puedan modelar y servir de ejemplo a sus aprendices. Lamentablemente, en muchos casos no es eso lo que encontramos en nuestros salones de clase.
Si la formación de docentes no apunta a cuestionar estos imaginarios/paradigmas de fondo, nos estaremos quedando cortos en lo que tiene sentido hacer.
Pero el desgaste de tratar de moldear la lógica de todo un sistema es muy grande. Siempre habrá personas para quienes la respuesta es replicar y escalar modelos "exitosos", pero sin cuestionar la perspectiva desde la cual es exitosa o no una experiencia.
Y eso me lleva a otra inmensa inquietud, y es la gran dificultad que tenemos para ser autocríticos. Todos salimos hablando de las maravillas que estamos haciendo, y de cuántos estudiantes atendimos, y de cómo nuestro "modelo" es de tal o cual manera, pero rara vez nos escuchamos cuestionando nuestras ideas de fondo.
Para qué estamos "educando"? Para satisfacer las necesidades del mercado? Para aumentar la competitividad del país? Para tener personas íntegras? Será que los currículos de nuestros programas académicos en realidad "producen" personas íntegras?
Y nótese que no estoy hablando de "personas felices", pues en general nuestra sociedad, por desgracia, sigue asociando la felicidad, cuando no al dinero, a la satisfacción hedonista, con poco aprecio por la responsabilidad y la integridad. (Pero esa es otra historia).
Es curioso escuchar cuántas maravillas hacen algunas instituciones, y por otro lado escuchar las críticas que los usuarios de esas maravillas hacen de las mismas. De primera mano he escuchado comentarios muy críticos de buenos estudiantes partenecientes a instituciones que parecen tener la verdad revelada sobre temas de aprendizaje. O que al menos así lo afirman en su discurso y en las cifras que muestran.
Pero, es acaso el egresado de una especialización en línea o de uno de los millones de diplomados que abundan a lo largo y ancho del país, una persona más íntegra? Un aprendiz autónomo, crítico y responsable? Acaso nuestras evaluaciones miden eso?
Hace tiempo empecé a entender la importancia de "cacarear" lo que se hace. Lamentablemente, contamos con muchos artistas del cacareo que son capaces de promocionar de manera exitosa lo que no han hecho todavía (o lo que en realidad no ocurre), y con unos medios de comunicación con un nivel tan escaso de información sobre lo educativo, que se encargan de difundir todo lo que les llega sin un juicio crítico al respecto. Por eso vemos a menudo flamantes noticias de mejoramiento de infraestructura y uso de tales o cuales dispositivos, que dejan incluso a muchos de nuestros líderes nacionales deslumbrados, pero no llegamos a preguntarnos si eso es lo que tiene sentido para nuestro país, o si es verdad tanta belleza.
Mi experiencia como diseñador instruccional, siempre que trataba de identificar necesidades educativas, es que basta con hacer dos o tres buenas preguntas a un profesor para evidenciar que no todo lo que brilla es oro, y no todo lo que se dice corresponde a la realidad. No por mala intención, sino por nuestra tendencia como humanos de obviar aquello que no nos hace quedar bien (no es en ello en lo que se basa buena parte de nuestras relaciones interpersonales? en quedar bien?).
Lo mismo ocurre a menudo cuando se escuchan experiencias en foros académicos. Todo es sencillamente maravilloso. Los casos que se muestran son siempre exitosos, rara vez hay problemas y todo es "innovador". Y ninguno de nosotros se atreve a cuestionar o criticar lo que otro dice. El ejercicio de discusión académica se limita a aplaudir con fuerza si nos gustó lo que se dijo, o con desgano en caso contrario. Pero nadie asume una posición crítica, y muchos de quienes lo hacen, tristemente, entran en el juego de la crítica por la crítica. Para ellos no hay nada suficientemente bueno, y curiosamente siempre tienen una experiencia personal que confirma sus ideas, pero rara vez ofrecen soluciones o, mejor aún, se involucran en ellas o las llevan a la práctica.
Esto es especialmente crítico cuando hablamos de instituciones en las cuales cada docente puede hacer lo que quiere (tanto bueno como malo), o en donde los planes educativos y de desarrollo son tan vagos como para permitir cualquier cosa (buena o mala).
Lamentablemente, entendemos la autonomía de una manera errada. Y, como diría Homero Simpson, "Es fácil culparnos a nosotros mismos, pero es aún más fácil culpar a otros". Es increíble la frecuencia con la que se escucha que mientras no exista una normatividad que diga cómo deben hacerse las cosas, no se puede hablar de calidad en la educación.
En mi humilde opinión, ese es un argumento hipócrita. Las formas buenas o malas en las que se hace e-learning son entonces responsabilidad de un gobierno? En donde queda la responsabilidad de cada uno (instituciones, directivos, docentes y estudiantes) frente al proceso de aprendizaje y enseñanza? Por qué debe ser la regulación externa, en lugar de la autocrítica, la que nos "obligue" a hacer las cosas?
En el fondo, mi impresión es que esto está muy ligado a esa terrible "cualidad" con la que nos identificamos a menudo como colombianos: la llamada "malicia indígena", que no es sino una forma coloquial de decir que siempre estamos buscando el provecho personal por encima del colectivo. Para la muestra, otro dicho: "Puesta la regla, puesta la trampa". Por qué tenemos que razonar de tal manera?
He escuchado historias de instituciones que, para asumir sus procesos de acreditación de programas, contratan a "consultores" cuya misión es decirle a cada cual qué debe decir y cómo lo debe presentar. En otras palabras, cómo quedar bien para la foto. Por qué somos así?
Por qué es tan complicado asumir como un proceso permanente el mejoramiento de lo que hacemos? Por qué nos cuesta tanto trabajo ser críticos con nosotros mismos?
Precisamente por esas razones, cuando exista una normatividad clara e indiscutible, nos dedicaremos a estirar sus términos para acomodar aquello que ya venimos haciendo. De alguna manera, todos terminamos convirtiéndonos en leguleyos, aprovechando cualquier ventana de interpretación para acomodar las cosas a nuestro antojo, y justificar lo bien o mal que hacemos lo que hacemos.
Cómo lograr que entendamos que este es un problema de todos? Que lo que está en juego no es cuánto podemos ganar ni cuánto podemos descansar o disfrutar, sino el futuro de nuestros niños y jóvenes y, por qué no, de toda nuestra especie?
Cómo lograr que queramos ser excelentes en lo que hacemos, obligándonos a cuestionarnos y mejorar constantemente?
O será que el mundo es radicalmente distinto, y yo estoy en una crisis de paranoia?
Al menos en este momento, lo que es claro para mi es que aumentar la oferta educativa que ya existe no nos lleva a ninguna parte. O tal vez si, y estoy siendo demasiado ambicioso. Tal vez lo que necesitamos como sociedad es seguir haciendo en línea lo que hemos venido haciendo siempre.
Pero si no, el problema es que tampoco veo una salida clara para abordar una verdadera transformación de la educación. Si bien estamos haciendo muchas cosas que pueden contribuir a ese cambio, no es claro el impacto real que tienen a nivel de toda la sociedad. Pareciera que siempre estaremos haciendo muy poco...
Al final, tal vez resulta demasiado ambicioso tratar de cambiar el mundo, y es preferible continuar poniendo pañitos de agua tibia sobre el que tenemos.
O no?