La semana anterior estuve participando en el seminario “Inclusión social y modelo 1 a 1: emergentes y desafíos“, financiado por IDRC y el programa Conectar Igualdad (la iniciativa nacional 1:1 en nivel secundario de Argentina) y organizado por el equipo de ConectarLab, una espacio nuevo asociado a Conectar Igualdad que consiste en un laboratorio de experimentación sobre tecnología, educación y otros temas varios, liderado por Alejandro Piscitelli.
El evento (sobre el que ojalá tenga tiempo de escribir un poco más) fue muy interesante, pues convocó a practicantes de diversas áreas, casi todas relacionadas con iniciativas de computación uno a uno. Esto es importante pues, como lo mencioné en Twitter, no se trataba sólo de teoría sino de escuchar lecciones (muchas de ellas muy enriquecedoras) sobre la práctica. Un muy buen caldo de cultivo de ideas, incluyendo entre otros a Hugo Martínez, Gladys Ledwith, Mariana Maggio, Mauricio Vásquez (con quien conversé un montón), Carina Lion, Ana Laura Martínez, Gabriela Pandiello y Florencia Morado, y por supuesto al equipo de conectarLab (Lorena Betta, Heloísa Primavera y Melina Masnatta, entre otros)
Fui invitado a realizar una charla a la que, inicialmente, habían puesto como título “Aprendizaje en red: una alternativa a la formación tradicional”. Pero me costó trabajo sustentar que estemos hablando de una alternativa a la formación tradicional, pues en realidad siempre hemos aprendido en red. El problema es que las limitaciones históricas de las que venimos nos llevan a modelar ciertos tipos de red (centralizadas) en lugar de otros que se hacen posibles con la tecnología actual.
En todo caso, la inminencia del inicio del proyecto 1:1 en el municipio de Itagüí, en el que estoy participando, me llevó a tratar de poner en blanco y negro algunos de los retos más evidentes que observo luego de la experiencia que he tenido con ArTIC. Pero al pensar en los retos fue inevitable considerar que, si bien en Itagüí estoy a cargo del tema de formación docente, lo que está en juego es mucho más, y el verdadero desafío es lograr una transformación que exceda las aulas y que se concrete en acciones de innovación social. Eso me llevó a tratar de poner, en blanco y negro, algunas de mis percepciones respecto a la interacción entre los distintos actores y sectores involucrados en el sistema educativo. Es un ejercicio que no había realizado antes pero que resultó provechoso y al mismo tiempo inquietante, pues me recordó mucho de lo que está en juego. No se trata sólo de ‘formación’ de personas , o de ‘innovación’ en el aula (o fuera de ella). Es el futuro lo que está en juego y nuestra capacidad de actuar en él. Una de las preguntas que quedan abiertas para mi es, justamente, cómo abordar un tema tan global, y cómo comunicar la dimensión real de lo que estamos haciendo y la responsabilidad que conlleva, superando la ingenuidad que con frecuencia puede acompañar estos procesos.
Aquí está la presentación que realicé en el seminario. Como dice su título (y el de esta entrada) son ideas en borrador, un ejercicio de pensar en voz alta:
Luego de la presentación, descubrí que se me quedó una hoja completa de notas que no llegaron a la presentación. No se trataba de material adicional, sino de ideas que puntualizaban algunos segmentos y comunicaban algo más del punto en el que me encuentro (y de lo que me inquieta) actualmente en estos temas. Igual, esta es la primera vez que hablo acerca de estas inquietudes, así que es un discurso en construcción, que tengo que aclarar mucho más.
Para empezar, el asunto de la construcción de sentido se quedó corto por el tiempo (como todo lo que queda al final). La idea del sentido tiene que ver con la necesidad de nuevas narrativas macro de todo orden (especialmente económico y político) que orienten la labor de la educación (entendida en un sentido amplio). Personas como Neil Postman se han referido a esto en el pasado y son un muy buen punto de partida para esa reflexión. El asunto es que, obviamente, esas narrativas no son únicas ni son precisamente populares. La intervención de Pepe Mujica (presidente de Uruguay) en la decepcionante cumbre Rio+20, en donde todo lo se decía eran lugares comunes, es un ejemplo bastante claro de esas nuevas narrativas que tanto trabajo nos cuestan:
¿Pero cómo avanzar hacia ellas? En un mundo basado en el broadcast (redes centralizadas), la primera idea es recurrir a mecanismos que permitan llevar “el mensaje” a “toda” la población. Desde esta perspectiva, si hacemos suficientes campañas o si generamos las suficientes políticas, algo ocurriría. Pero el problema es que el mundo en el que vivimos ya no está basado exclusivamente en redes centralizadas (aunque estas siguen siendo las predominantes aún), sino que hay una distribución creciente de fuentes de información y, por ende, múltiples mecanismos que permiten movilizar todo tipo de intereses. Lo cual representa una oportunidad, aprovechable sólo si logramos pensar de una manera diferente. Si logramos pensar, comprender y aprovechar las redes (no sólo tecnológicas).
Por eso el proyecto de Itagüí es importante. ArTIC en Uruguay fue una primera oportunidad de ver cómo funcionaba la articulación de una red humana dispersa en un territorio amplio, con docentes que participaban de manera voluntaria en el proceso. El tejido de red va a ser diferente en Itagüí, y sus características hacen posible pensar en un proceso muy local, pero abierto al mundo. El reto es comunicar una mirada amplia del mundo en un período corto de tiempo, que deje instalado el interés por identificar y resolver con una nueva perspectiva problemas locales. Como se indica (de manera sutil) en la presentación, la creación de nuevas conexiones y puentes entre los distintos actores puede apuntar a la generación de nuevos diálogos generacionales y culturales. Si pudiéramos complementar esto con una actitud tolerante hacia la experimentación (hipótesis), tal vez tendríamos un caldo de cultivo no sólo e ideas sino de iniciativas que empoderen a una nueva generación y la lleven no sólo a cuestionar sino a transformar de manera constructiva su entorno.
Ante todo, de lo que no se trata esto es de evangelizar. Bastante mal nos fue en el pasado con ese proceso, en donde un grupo evangelizador intentó ‘convencer’ a las buenas o a las malas a millones de personas de que estaban equivocadas y tenían que aceptar las buenas nuevas. Así que nada de evangelización aquí, nada de convencer a otros de nada. Por el contrario, mucho de abrir la mente, explorar y experimentar de primera mano y construir las propias conclusiones a partir de las necesidades individuales. Más de reflexionar y cuestionarse permanentemente, y de modelar/demostrar prácticas de todo tipo. Más de abrir la puerta a la incertidumbre y a estar equivocado. En todos y cada uno de los actores del proceso.
De lo que se trata este desafío es de pensar en cambio sistémico desde una perspectiva distribuida. Se trata de pensar en cómo lograr nodos fuertes, conexiones ricas y señales relevantes, orientadas por una narrativa emergente que redefina el sentido del aprendizaje. Ese es el verdadero reto, diría yo.
Y resulta exigente porque no permite pensar sólo en indicadores medibles ni en cortos plazos, sino de una forma muy distinta. Resulta exigente porque implica que los implicados pensemos de manera cada vez más integral, en lugar de especializada. Implica poner en juego muchas de las ideas (a veces un tanto ocultas) que aparecían en las presentaciones del seminario de Conectar Igualdad. Implica, sobre todo, ser conscientes de cuál futuro político estamos estimulando con nuestras acciones.
Por eso el post de David Eaves (de hecho, no el post sino esa línea de pensamiento) es importante. Porque pensar en currículos o lineamientos nacionales, por ejemplo, es apostar por un escenario en donde el estado-nación, como lo conocemos, persiste. Pensar en red, por su parte, corresponde al segundo escenario, en donde Internet genera una reconfiguración que puede ser o no pacífica (si hemos de creerle a la historia, es probable que no lo sea). De allí la importancia del trabajo focalizado en lo regional. Comunidades locales fuertes, con una mirada global, pueden estar en mejores condiciones de transitar por un período de transición en el que haya una ausencia de los sistemas centralizados de los que dependemos actualmente. Es por eso que la discusión sobre generación propia de energía, hardware abierto, agricultura urbana o monedas alternativas (entre otras cosas) es importante. No es sólo un asunto de tecnología o de interesecciones entre áreas, sino del impacto que lo que hacemos hoy, aquí, tiene en un futuro lleno de incertidumbre.
Es indudable que la lógica de los laboratorios de experimentación se vuelve importante en este panorama. Sin embargo, después del encuentro en Argentina pienso que hay un desafío enorme para estos laboratorios: que no terminen tan deslumbrados por lo tecnológico, tan entretenidos por las posibilidades expresivas y artísticas, tan fascinados por el aspecto artesanal de la experimentación como para olvidar cuál es el sentido de su existencia. Está bien tratar de emular la lógica de lo que ha ocurrido en el MediaLab de MIT, pero cabe preguntarse hasta qué punto ese laboratorio, con todo lo que ha generado, en realidad ha permitido cuestionar el status quo y, en consecuencia, hasta qué punto ha ayudado a resolver las inequidades que tanto sentimos en el sur. Qué bueno que estas iniciativas se pregunten (muy en serio) para qué hacen lo que hacen, que estén alimentadas por una reflexión multidisciplinar que no deje por fuera las preguntas económicas y políticas, que entiendan la dimensión de lo que está en juego. El mundo en el que vivimos nos obliga (digo yo) a encontrar respuestas que vayan más allá de lo laboral, más allá de lo ‘chévere’.
Por supuesto, todo esto se desprende de mi perspectiva actual respecto a estos problemas. Aunque dejo abierta la posibilidad de estar equivocado, los patrones que percibo actualmente me sugieren que estos temas son esenciales, y que promover esta discusión tiene todo el sentido del mundo. No es fácil pensar en ello (o mejor, no lo ha sido para mi), pero pienso que es algo que no podemos evadir.
La pregunta latente, por supuesto, es qué hacemos al respecto.
Gracias a ConectarLab por la invitación y por permitirme plantear estas inquietudes.
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Diego, muy interesante el post.
Definitivamente, debemos comprender y asumir desde los discursos y desde los hechos concretos que las tecnologías digitales no hacen más que condensar algunos de los desplazamientos que ya se venían operando en las instituciones y en la cultura. Estoy retomando esta idea del capítulo que escribió Mariana Landau “Los docentes en la incertidumbre de las redes” (http://es.scribd.com/doc/93551655/Palamidessi-Mariano-La-Escuela-en-La-Sociedad-de-Redes)
Creo que aún no hacemos acuerdo a nivel discursivo, ni tampoco a nivel de las políticas educativas y de inclusión social, por tanto más complejo poder instalar esta perspectiva en las prácticas educativas y sociales.
Creo fundamental poder generar basamentos en experiencias concretas para avanzar y consolidar colectivos, no con recetas magistrales, sino con espacios de reflexión y construcción colectiva.
Seguimos pensando juntos en la red y en ExplorArTIC (http://artic.pbworks.com/w/page/54077812/explorArTIC)
Martina
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