Sobre “la sociedad de la ignorancia”

La sociedad de la ignorancia es uno de los recursos que sirve como material de base del primer grupo de estudio de explorArTIC. Las siguientes son ideas generadas por un post de Luz Pearson, que se tornaron tan voluminosas como para merecer un post propio.  La lectura de ese post es importante como contexto a esta ‘respuesta’.

Hay una frase de McLuhan que me gusta bastante y que, aunque no funciona en una presentación, puede quedar bien en esta discusión: “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”. ¿A qué viene esto? A la forma en la Luz cierra su post:

Me enoja leer a Brey tanto como me alegra. Me hizo pensar.

Pienso que esa es una de esas habilidades clave de las que no hablamos lo suficiente: la capacidad de enfrentarnos a ideas que pueden enojarnos y tratar de ver cómo se relacionan con lo que pensamos en un momento dado. Estoy convencido de que eso nos permite ampliar la perspectiva y percibir un poco más de la complejidad del mundo en el que estamos. Por eso encuentro muy valiosa la actitud simultánea de cuestionamiento y reflexión que está en el post de Luz.

En mi caso, una de las primeras cosas que hice al ver las afirmaciones que contenía el ensayo de Brey fue explorar un poco más acerca del origen del autor. Considerando que, para bien o para mal, tanto la formación como la experiencia vivida condicionan lo que percibimos y, por ende, la mirada que tenemos del mundo, entender un poco más de dónde venía Brey resultó importante para enriquecer mi filtro de duda respecto a lo que afirmaba (lo que Postman llamaría mi crap detector).  Y si bien algunas de sus afirmaciones resultan controvertibles, hay otras que me cuesta trabajo desconocer a partir de lo que he vivido, aunque reconozco que pueden ser mis propias generalizaciones creadas a partir de mi experiencia específica.  Difícil labor la búsqueda de la ecuanimidad.

Con esto dicho, coincido con Luz en la importancia de la cuantificación para saber en dónde nos encontramos. Me temo que se ha vuelto algo común construir grandes narrativas generalizantes a partir de casos particulares (“En la clase A de la universidad B ocurre C cosa, en consecuencia el mundo es X”, o “todos los jóvenes saben/son de tal o cual manera”, por ejemplo) y, lo más inquietante desde mi perspectiva, es que tales afirmaciones a veces (¿o con frecuencia?) pasan por nuestros filtros críticos sin detección alguna.  Peor aún, algunas de ellas se vuelven tan populares (piense en la idea de los nativos digitales, por ejemplo) que incluso cuando no representan la realidad terminan instalándose y afectando nuestra percepción del mundo.  Ahora, no está de más recordar que la cuantificación también puede ocultar aspectos importantes de un fenómeno y, para completar, en algunos casos puede no representar una ayuda adicional.

Por ejemplo, supongamos que tenemos un histórico de la asistencia de todos los estudiantes que tomaron un curso de Relatividad General en un país dado. ¿Qué nos diría esto respecto al aprendizaje logrado? Especulando, es muy factible que el espectro de aprendizaje real del tema sea bastante amplio, incluso en los estudiantes que aprobaron el curso. Incluso así, ¿qué tipo de variación nos podría sugerir que los cambios observados -si los hubiera- están relacionados con las prioridades de una sociedad? ¿Es ‘mejor’ tener pocos que sepan mucho o muchos que sepan poco, como lo decía Luz en su post?

Aquí hay un montón de factores involucrados. ¿Qué impacto tiene para el desarrollo científico de una sociedad que haya muchos que saben poco?  Aunque el discurso político habitualmente termina en asuntos de competitividad y crecimiento económico, no puedo evitar preguntarme si un conocimiento más superficial (en especial en las áreas científicas) comprometerá poco a poco nuestra capacidad como sociedades de mantener el estilo de vida que, en general, hemos alcanzado (en términos sanitarios y médicos, por ejemplo).  No es un asunto de poca importancia, diría yo.

Por otro lado, ¿será una falacia la pretensión de tener más cantidad con calidad? Aunque Luz indicaba que aumentan las matrículas en el sistema educativo (lo cual es cierto), persisten dudas respecto a si la velocidad de ampliación de cobertura resulta sostenible, pues  profesionales altamente especializados toman mucho tiempo en ser entrenados, así que la demanda de docentes calificados puede no ser atendida.  Para completar, factores regionales entran en juego. Tomemos como ejemplo Brasil. Con la enorme demanda de crecimiento que tiene, está acogiendo a montones de estudiantes de posgrado de la región, y absorbiendo a una buena cantidad de ellos laboralmente (esto es, son personas que no regresan a sus páises de origen).

En otro aspecto, en los mismos docentes de algunas instituciones circulan (no sé si más o menos, o qué tan representativo sea, pero circulan) historias de docentes que tienen que poner en una balanza su estabilidad laboral y su nivel de exigencia académica.  ¿Eso quiere decir que no hay problema con los modelos educativos que se usan? Sin duda los hay, pero hay otros factores en el entorno que hay que considerar (por ejemplo, la lógica de los estudiantes como clientes en una institución).

Aquí aparecen como oportunidad los experimentos recientes en cursos masivos como los de Coursera, edX, Udacity y otros. Oportunidad que todavía tiene de por medio la barrera del idioma (aunque esto desaparecerá rápidamente), pero que genera posibilidades de acceso impensables hace una década, a una escala global.  Es muy temprano para saber cuál será el impacto de estas iniciativas, en todo caso.

Aunque no podría afirmarlo de manera categórica, no estoy seguro que mayor información aumenta la posibilidad de que se dé conocimiento, como lo plantea Luz.  Me detengo en ello porque es un asunto de fondo en esta discusión.  Ahora, es claro que nos estamos refiriendo al conocimiento como comprensión racional de la realidad, como lo señalaba Luz.  Cierto, ahora tenemos un nivel mayor, creciente e imposible de información.  Pero es información de todo tipo.  Pongámoslo en términos de comida: Siempre hemos tenido una gran variedad de opciones alimenticias saludables. Sin embargo, la comida rápida se ha convertido en un problema de salud pública en más de un lugar. ¿Por qué? ¿No tendríamos que elegir la mejor opción en términos alimenticios dada nuestra racionalidad? Me temo que, al igual que con la comida (y la economía) un punto importante de trasfondo en el análisis de Brey es que no somos tan racionales como deberíamos (o esperaríamos) ser.

Como ArielyKahneman (este último ganó un premio Nobel por ello!) han mostrado, esta presunción de racionalidad que durante tanto tiempo permeó la teoría económica no es tan real.  En parte, porque nuestro cerebro puede ser engañado de manera muy simple. En parte, porque los estímulos a los que estamos sujetos no son siempre veraces.  Suponer que por naturaleza elegiremos información veraz (y útil) puede ser erróneo, sobre todo a la vista de algunas de las curiosas opciones que constituyen la dieta cognitiva de nuestras sociedades. Así que en la apuesta de mayor posibilidad de conocimiento a partir de más información, a la hora de la elección tenemos en contra tanto nuestra propia naturaleza como intereses de todo tipo (¿qué vende?).   Para completar, el paso por el sistema educativo tampoco garantiza que podamos librarnos de intuiciones erróneas (como se observa en A private Universe o como lo señala Jonah Lehrer). La disponibilidad de información, como lo indicaba Luz, no resuelve el problema.  Pero confiar en un aumento de la posibilidad de que se dé el conocimiento también puede ser bastante optimista.

Toda esta discusión está permeada, a la hora de la verdad, por una excelente pregunta que Luz plantea:

¿Es el conocimiento en tanto comprensión de la realidad de manera racional una meta deseable o es necesaria otra capacidad para vivir mejor?

Depende, entre muchas cosas, de qué significa vivir mejor. Y, por supuesto, la respuesta a esa pregunta suele depender del lugar desde donde se realiza.  Para algunos sectores de la población vivir mejor significa vivir en lugar de sobrevivir, para otros significa buscar la felicidad, y en la mitad están todos los niveles de la pirámide de Maslow. Yo diría que la comprensión racional de la realidad -con todo lo que ello implica- es de alta importancia no sólo para resolver las profundas inequidades que tenemos sino para entender mejor cuál es nuestro papel en este planeta.  Sin embargo, es cierto que la comprensión no implica necesariamente una forma diferente de actuar.

Admitiendo que puedo estar equivocado, me aventuraría a decir que no vamos en realidad hacia una sociedad de la ignorancia. Si no ser ignorante es comprender de manera racional la realidad, durante toda nuestra historia hemos sido una sociedad ignorante. Y durante varios cientos de años hemos vivido un período atípico, en el que un segmento pequeño de la sociedad ha pretendido comprender la realidad y ha contado con espacios como las universidades para volver institucional esta intención. Es indudable que la acción de este pequeño segmento ha transformado nuestra realidad de manera acelerada, en especial a nivel tecnológico. Pero eso no quiere decir que el intento haya sido exitoso en el nivel macro. En todas las áreas persisten preguntan fundamentales respecto a cómo es la realidad, incluso en personas altamente educadas persisten ideas que van en contravía de lo que llamamos una comprensión racional del mundo (mientras seguimos entreteniéndonos),  y una mirada a nuestros sistemas políticos sugiere que lo racional a veces (¿o a menudo?) está bastante ausente de las decisiones macro que afectan a nuestras sociedades.

No está de más recordar, por otro lado, que la ignorancia puede ser relativa.  Esto es, una persona llamada ignorante o parte de la masa por otra puede no reconocerse a sí misma como ignorante o parte de la masa. El punto aquí es que hablar de ignorancia representa un juicio de valor frente a lo racional, y es por ello que las inquietudes de Brey surgen de alguien que hace parte de una tradición académica específica, la cual percibe a otro tipo de expresiones como ignorantes.  No hay que olvidar, sin embargo, que bien puede ser que la relativización de la ignorancia sea una forma sutil de validarla.  Lo preocupante son las consecuencias macro que tal actitud implica para nuestras sociedades.

Sumemos la explosión de posibilidades de producción y comunicación de información que provee Internet, los procesos políticos que están en marcha y los nada despreciables intereses de mercado, y tenemos un panorama sobre el cual es muy difícil hacer previsiones. Como Mark Federman señalaba, estamos en la mitad de un proceso de largo plazo. Y los escenarios que pueden configurarse como resultado de ese proceso son variados y al mismo tiempo difíciles de predecir.  Brey propone uno, cercano al presentado de manera satírica en Idiocracy (no es una película nada buena, pero su premisa es provocadora) o de modo más sutil en Wall-E.  David Eaves, por su parte, intentaba algo similar desde el punto de vista de evolución del Estado.

¿Es un panorama apocalíptico? Depende cómo calificamos la situación actual. 🙂 Persiste la duda de cómo la abundancia de información afectará los mecanismos que han permitido la construcción de narrativas nacionales, por ejemplo. Por su parte, mucho se ha dicho acerca de cómo los líderes de la sociedad industrial necesitaban un sistema escolar para generar trabajadores a gran escala. ¿Qué significa en el muy largo plazo la consolidación (o no) de una sociedad en red, especialmente a la luz de determinados intereses económicos?

Si tomamos los escenarios de David Eaves, hay muchas salidas posibles.  En cualquiera de ellos uno podría explorar qué ocurre cuando hay de por medio buenas o malas intenciones: un Estado que controla la red puede coartar o promover la comprensión racional del mundo, un mundo atomizado políticamente puede ser presa de tribalismos y profundos sentimientos regionales que colisionan con una comprensión racional del mundo, y cabe preguntarse si para las corporaciones es atractiva la idea de promover una comprensión racional del mundo entre sus consumidores.  Lo inquietante es que confiar en las buenas intenciones no coincide con lo que nos muestra la mayor parte de nuestra historia planetaria.  Pensar en la red para resolver el asunto obliga a reconocer la forma en las cuales una red puede ser impactada por un nodo de alta influencia (propaganda), o cómo la limitación deliberada de conexiones o señales moldea la percepción de múltiples nodos.

¿Qué hacer entonces? Mariana Maggio señalaba hace poco que tal vez sea ingenuo suponer que desde nuestras aulas podemos transformar el sistema, algo con lo cual coincido si pensamos en el muy corto plazo.  Pero, al pensar en el proceso histórico dentro del cual nos encontramos, me gusta pensar que los pequeños cambios que hacemos pueden tener una importante repercusión en el futuro ‘lejano’. Un docente más autónomo, que cuestione el status quo, que sea ejemplo de curiosidad y de buenas prácticas de aprendizaje y, en fin, que comunique un sentido de posibilidad frente al futuro a sus estudiantes puede tener efectos inesperados en una nueva generación.  ¿Un disparo al vacío? Tal vez, pero después de todo la esperanza suele tener esa característica. De allí la importancia que percibo en el trabajo realizado con docentes y de aprovechar la tecnología como excusa para promover conversaciones que, históricamente, han estado alejadas de la mayoría de nuestras aulas.

Hay algo diferente en relación con el pasado, en todo caso.  Por un lado, algunos segmentos de la población son mucho más conscientes del pasado y del futuro que en otras épocas, gracias a Internet.  También gracias a Internet, muchas personas que históricamente han estado aisladas de esta discusión pueden acercarse a ella. Al hacerlo, mi esperanza es que amplíen su perspectiva de manera tal que re-descubran las implicaciones de las cosas que hacemos o dejamos de hacer en nuestras aulas. Actuar con esa perspectiva de futuro es esencial para un docente, digo yo. Lo que está en juego hace ineludible pensar en ella.

Gracias a Luz y al resto de participantes de explorArTIC por provocar estas reflexiones. 🙂

Como lo pondría McLuhan, “No quiero que me crean, sólo quiero que piensen”. Y aún así, es importante recordar que podría(mos) estar equivocados.

Sobre el autor

Soy Diego Leal . Mi propósito es ayudar a individuos y organizaciones educativas a descubrir un sentido de posibilidad frente al futuro, por medio de experiencias de aprendizaje innovadoras y memorables. Me sorprende lo poco que sabemos y lo mucho que creemos saber.




2 Comments

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  1. Luzpearson 12 años ago

    Gracias Diego a vos por la posibilidad de generar estas conversaciones en ExplorArtic. Sí, estoy pensando en el mismo sentido: conocimiento o ignorancia, estamos hablando de ello. La red como sala de maestros expandida en la que maestros se cuestionan sus prácticas, las piensan, conversan con colegas y gente especializada en diferentes áreas y de diversos contextos, y hasta generan conocimiento a partir de lo que hacen y piensan, me parece una excelente manera de estar en esta realidad. 
    Qué bueno enojarse 🙂
    luz

  2. Jose Rodriguez 12 años ago

    Hola Diego,

    Ahora entiendo la parte de “explor” en explorartic. Tienes razon debemos salir afuera de nuestra zona de comfort para crear modelos de aprendizajes en nuestras aulas primero nosotros los docentes como aprendizes en la red. Un saludo.

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