Cuándo es suficiente?

Lo corrido de este año ha representado muchos aprendizajes, en muchos sentidos.

Tal vez uno de los más difíciles ha sido encontrar que muchas personas que se encuentran en cargos de alta responsabilidad y poder, y que usan esta situación para movilizar sus propios fines (como todos lo hacemos, probablemente), en ocasiones se encargan de paralizar y acabar, mediante la inercia y el silencio deliberado, los esfuerzos y labores que han consumido no sólo tiempo, sino el esfuerzo de muchísimas personas.

Por supuesto, cabe preguntarse si tales esfuerzos apuntaban hacia algún lugar sensato o no. De ninguna manera tendría sentido seguir apoyando cosas que no tenían sentido alguno. Lo incómodo es cuando estos supuestos de fondo ni siquiera son discutidos de manera abierta, sino que mediante acciones que podrían llamarse 'hipócritas' (así suene fuerte el término), se pone zancadilla a las acciones de otros.

Pero, ¿y cuando el sentido de lo que se hace es no solo conocido sino elogiado por expertos de las áreas involucradas? ¿Acaso la opinión de una (o unas pocas) persona es suficiente para alterar el rumbo de cosas que son valiosas para todo un país?

Aquí entran en juego muchas reflexiones e información que he revisado en los últimos meses... Por un lado, cada vez es más claro para mi que los humanos no somos tan racionales como pretendemos serlo. Diversos libros (como Predictably Irrational, o Sway) lo muestran de manera bastante clara. El problema es que tanto nuestros estados emocionales como nuestros problemas psicológicos sí tienen una gran incidencia en las decisiones que tomamos. Y de ninguna manera esto toma un tinte sexista. Un profesional exitoso (hombre o mujer) con neurosis de complacencia, o con asuntos de abuso de poder no resueltos, puede terminar tomando decisiones completamente nocivas (o claramente arbitrarias) sobre temas de tipo técnico, mientras alimenta de manera inconsciente sus propios problemas psicológicos no resueltos. Y, con excepción de algunos cuantos iluminados alrededor del planeta, todos tenemos algún tipo de problema no resuelto. Que puede exacerbarse rápidamente cuando estamos en una posición de poder.

Por otro lado, quienes están en posiciones de poder no necesariamente son las personas más idóneas (que no significa solamente capacitadas o formadas), ni cuentan con la información y la perspectiva suficiente para estar en tales posiciones. Un ejemplo claro lo muestra el caos actual del sistema financiero estadounidense, por ejemplo. Ejecutivos con salarios escandalosos, otorgados en función de su supuesta capacidad de liderar de manera adecuada a empresas inmensas, no fueron capaces de tomar las decisiones correctas para prevenir la crisis. Pero claramente no es solamente responsabilidad de ellos, sino que muchos otros factores intervienen, como por ejemplo las decisiones que legisladores y directivos de organismos gubernamentales tomaron a lo largo de muchos años.

Pero también lo vemos a nuestro alrededor todos los días. ¿Por qué suponemos con frecuencia que si alguien es profesor, director de departamento, decano, rector, viceministro, ministro o presidente (por sólo mencionar algunos ejemplos de la política y la academia), en consecuencia debe tener la razón? Puedo recordar con total claridad ejemplos de profesores cuyo propósito en las evaluaciones era "eliminar la competencia", de directores de departamento con visiones parciales de lo que tenía sentido hacer (según su parecer personal), así como de directivos que inspiran terror entre sus colaboradores, quienes a su vez aprenden a estar indefensos ante los estados de ánimo de sus jefes, y a tratar de complacerlos de todas las maneras posibles, a riesgo de perder sus trabajos. ¿Acaso esto tiene sentido?

¿Por qué sucumbimos ante la "autoridad" que estos roles dan a las personas? ¿Por qué no somos capaces de cuestionar sus acciones de manera efectiva? ¿Y si estas personas no están lo suficientemente bien informadas? ¿Y si las decisiones que toman son, a la larga, nocivas?

(Es claro para mí en este momento que cuando usa la tercera persona del plural, en realidad debería estar usando la primera persona, pues probablemente estos son rasgos que están presentes en mi. No obstante, he presenciado tantas veces estas actitudes en otros, que siento que no es del todo incorrecto el hablar de "nosotros", sin desconocer que hay muchas personas que gozan de esta capacidad de discusión que a tantos otros nos falta)

Cuando las decisiones de cualquiera de estas personas terminan siendo nocivas, igual el cargo que desempeñaron entrará a hacer parte de su hoja de vida, y las acciones que hicieron (o que impidieron hacer) podrán ser cuestionadas por "la historia" (o no). Y así, poco a poco, se va tejiendo el entramado de nuestra sociedad. Quien tiene el turno de encontrarse en el poder, se encarga de asegurar su posición a toda costa, y quienes son afectados de manera directa o indirecta por sus acciones, a menudo ni siquiera se enteran de todos los hilos que se mueven tras bambalinas. Buenas o malas, razonables o no, nuevas cosas se ponen en marcha, tan sólo para ser cuestionadas (y en ocasiones desmanteladas) por quienes llegan más tarde al poder, o para ser continuadas porque ya no hay otra opción.

Así se teje el entramado de nuestro mundo, lleno en ocasiones de buenas intenciones (y en ocasiones de simples caprichos), dejándonos sólo la esperanza que, eventualmente, los errores serán corregidos y avanzaremos en alguna dirección con seguridad y sentido. El problema es que los errores nos cuestan mucho, como individuos y como especie.

Y está bien equivocarse. El problema es cuando nos equivocamos simplemente porque aquellos en quienes delegamos responsabilidades claves de nuestra sociedad, no eran las personas adecuadas para desempeñarlas.

Y la indefensión sigue creciendo, a tal punto que sentimos que no hay nada por hacer. Y que lo más sensato y saludable es dejar el paso a los otros, para que hagan lo que consideren correcto, mientras nos sentamos a un lado a mirar el dantesco espectáculo. Porque actuar de otra manera excede nuestra capacidad individual, y no tenemos capacidad de movilización colectiva (que vaya más allá de una mera protesta).

Dicen que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Poco a poco, empiezo a creer que es cierto. Y me inquieta, porque en ocasiones avanzamos en esa dirección sin encontrar mucho para alterarla.

Lo triste de una reflexión como esta (así como muchas otras), es que difícilmente podrá ser más que eso. Porque "cambiar las cosas" significa convencer y organizar a muchas personas para actuar de manera coordinada, pues cada una de ellas está tan ocupada tratando de sobrevivir, tan enfocada en sus propios problemas, tan atrapada en sus propias ideas (obviamente, me incluyo allí), que no está dispuesta a ver otros caminos, y mucho menos a luchar por ellos. A menudo, ni siquiera estamos dispuestos a conversar con otros sobre cosas como estas, pues es taaaaan aburrido...

Y mientras tanto, el mundo sigue su camino. Para bien o para mal.

Música de fondo:
Ludwig van Beethoven - Ode to Joy
Franz Schubert - , D760. presto
Wolfgang Amadeus Mozart - Requiem
Franz Liszt - Hungarian Rhapsody No. 2
Johannes Brahms - Cradle Song
Sergei Rachmaninoff - Moderato
Aaron Copland - Molto deliberato
Ralph Vaughan Williams - The Lark Ascending

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Sobre el autor

Soy Diego Leal . Mi propósito es ayudar a individuos y organizaciones educativas a descubrir un sentido de posibilidad frente al futuro, por medio de experiencias de aprendizaje innovadoras y memorables. Me sorprende lo poco que sabemos y lo mucho que creemos saber.




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